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Diario de a bordo: Preparándome para salir de aquí

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Miro a mi alrededor y solo veo roca y escasa vegetación, chispas eléctricas saliendo de la nave y cápsulas de almacenamiento repartidas por el hoyo en el que he acabado. El casco me transmite los sonidos del exterior, pero no se oye nada más allá del aullido del viento. Una sensación agridulce entre calma y soledad intenta apoderarse de mi, pero mi fuerza de voluntad todavía está intacta, la aprovecho.

Ajusto la multiherramienta para recoger materia prima del entorno. Hace un sonido aéreo y hueco, y cambia el cilindro y el deposito. El exotraje tiene espacio para almacenar lo que recoja. La pongo a prueba con un par de plantas y recibo algo de zinc y carbono. Mientras una disimulada sonrisa aparece en mi cara, golpeó con gratitud la multiherramienta, como si fuese una mascota fiel, y empiezo a trepar la roca para salir de este agujero.

El día claro y soleado facilita la visión a un par de kilómetros de distancia. A pesar de ello, solo llego a ver rocas, piedras, formaciones cristalinas y vegetación escasa. Ni una sola criatura a la vista. Es un alivio, en cierta manera.

Compruebo el scanner y el visor, averiados. Sus sistemas de auto-reparación parecen funcionar, así que le permito al scanner recoger algo de carbono del deposito en el traje, y dejo que se repare. Tengo 20 minutos largos para darme un paseo alrededor del cráter del que salgo. El visor me pide hierro para auto-repararse, así que le disparo a una simple piedra de gran tamaño. El láser chirría y la pistola empieza a vibrar, mientras analiza el elemento y empieza a moldear el material. Le cuesta horrores sacar la materia prima, y se calienta tanto que noto el calor incluso a través del traje. Pero finalmente, y después de provocar la desintegración de la piedra, acabo obteniendo una buena cantidad del metal que necesito. Activo el módulo de reparación del visor y le dejo trabajar mientras me siento en el suelo y disfruto del paisaje.

La mirada se pierde el horizonte y el brillo me obliga a entornar los ojos de vez cuando. Es un planeta extraño, de tierra seca, valles pequeños y montes redondos. Las montañas altas escasean, al igual que las nubes. Alguna que otra cueva domina la vista cuando consigo centrar la vista. Y, de repente, con la calma generada por este paisaje peculiar y desolador, algo parece moverse.

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